Venezuela
se debate actualmente entre una crisis política en todos los órdenes y una
crisis económica que rebasa cualquier expectativa, llegando a niveles tan altos
que han llevado al gobierno a reconsiderar su posición frente al FMI y al Banco
Mundial, entes que fueron señalados como órganos del imperio para acabar con
América Latina y ahora son buscados para que sirvan de salvavidas ante la
debacle del patrimonio económico, consecuencia de medidas populistas y erradas
que hunden al país en el desabastecimiento, inflación, devaluación de la moneda,
merma en las reservas internacionales, entre otras. Se esperan medidas económicas con alto costo
político para el gobierno, lo que ha llevado a pensar en la posibilidad de
negociar una tregua con la MUD, a fin de compartir estos costos. Ahora bien, si
la MUD acepta negociar con el gobierno para paliar las protestas sociales que
se presentarían en respuesta al paquetazo rojo rojito, estaría dando un respiro
a Maduro y su combo en estos momentos, lo que llevaría a que el gobierno llegue
al 2018 con cierta soltura. Estaríamos hipotecando el país del futuro por salvar
el país actual. De negarse la MUD a apoyar las medidas del gobierno, se
rescataría la nación pero envuelta en una situación económica, política y
social muy convulsionada que nos afectaría a todos ya, pero sería el inicio de
una Venezuela que pueda soñar a mediano y largo plazo con aires de libertad en
todos los ámbitos. Esta encrucijada requiere de dirigentes de altura que pongan
a un lado sus intereses personales y comerciales y que piensen en el país donde
crecerán sus hijos y nietos, para tomar las decisiones que conduzcan a contar
con un gobierno que gobierne para todos. No es el momento de héroes, es el
momento de un equipo que nos incluya a todos, profesionales, técnicos,
estudiantes, amas de casa, obreros, artistas, para armar el rompecabeza que
somos. No necesitamos planes salvadores hechos por sabios, gurúes y expertos.
Necesitamos un plan de la gente para la gente.
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